viernes, 21 de febrero de 2020

- Ancestros - Capítulo 1




"Hace milenios cuando nuestro planeta solo era una masa incandescente, Los Elementales, seres semidivinos que controlaban los cinco elementos de la tierra; agua, aire, terra, fuego y luz, llevaron a cabo la evolución del planeta. Después de cumplir con su misión se quedaron para proteger el equilibrio. Con el tiempo unos pocos empezaron a celar los poderes que solo las divinidades poseían, e intentaron hacer que sus dones aumentaran despojando a otros elementales de los suyos y aliándose con fuerzas oscuras. Las divinidades decidieron castigarlos despojándoles de todo poder que pudiera influir en la tierra y los desterraron del plano elemental, pero Los Samelitas no se dieron por vencidos y con su sed de venganza, juraron acabar con todos y cada uno de los elementales. Los elementales no podían dañar a ningún ser vivo, fuese maligno o no, así que se encontraron desprotegidos, pidieron ayuda a las divinidades, que otorgaron a cinco humanos los poderes de los elementales para que así pudieran protegerlos. La lucha entre guardianes y Samelitas ha perdurado dos millones de años sin tener un bando ganador"

Zoé miró cada uno de los libros que guardaba, cada página de cada libro contaba demasiado para asumir, cada uno de los dibujos hechos a mano que se habían dibujado a lo largo del tiempo, mucho más tiempo del que ella podía imaginar, en esos libros no solo se contaba de dónde venía y el porqué de su existencia si no también había un registro de todas las personas que había habido antes que ella, la mayoría ya estaban muertos, su familia, la de su padrino Kalet, solo algunos se encontraban en paradero desconocido, pero ya había perdido la esperanza de encontrar a alguno vivo, cinco familias habían existido pero ya solo quedaban tres, un miembro por familia, Kalet de terra, su hermana Enery de aire y ella misma de agua, eran los últimos y empezaba a temer por lo que podría pasar, sobre todo por cómo iba a proteger a su hermana la cual solo había oído de esas historias en cuentos que su madre le contaba de niña, por lo que le pudiera pasar a ella, había intentado mantenerla a salvo ocultándole todo ese mundo pero ella bien sabía que eso no iba a impedirles a los Samelitas dar con ella, era la única guardiana del aire, la llave para hacer el llamamiento a los elementales del aire, su madre solo había querido que Enery tuviera una infancia tranquila sin toda esta locura y pensaba contárselo cuando fuera mayor pero había muerto y a Zoé le había faltado valor para en un momento como el que estaban pasando contarle algo así. Ese pensamiento la hacía sentirse más culpable por no contarle la verdad, si lo hubiera hecho ahora ella ya sabría defenderse con sus dones pero ahora era mucho más difícil que su hermana la creyera, no habían pasado por unos meses muy buenos, más bien hacía ya dos años que no tenían un día bueno, y su relación se había deteriorado tanto y de tantas maneras que no sabía por dónde empezar a arreglarla, quizás ese novio que tenía su hermana fuese el primero de sus problemas pero ella no quería ver que en realidad ese chico no le convenía, no sólo por las alarmas que sentía por todo su cuerpo cada vez que lo veía cerca, sino por la clase de persona que sabía que era.

 Se levantó dispuesta a irse a trabajar, su estudio estaba a unos quince kilómetros y si no se daba prisa llegaría tarde. Era diseñadora, hoy tenía una cita con una futura clienta que quería varios vestidos para su boda, no tenía cabeza para eso ahora, lo sabía bien, pero por muy guardiana que fuese no era un trabajo por el que cobrará y tenía gastos que atender y a una adolescente a su cargo, no se podía permitir el lujo de faltar aunque fuera la jefa.


Dentro del McLaren 720s de David, Enery se reía de una de sus locuras, mientras se dirigían a su casa, su hermana no estaba y eso les daba una mañana entera de intimidad. Ese pensamiento la ponía nerviosa por lo que podía pasar, no sabía al cien por cien si quería que pasara.

- ¿Te pasa algo? Hace un minuto te estabas riendo y de repente te has quedado muy seria, ¿he dicho algo malo? – Le pregunto mientras le regalaba una sonrisa de esas que tanto le gustaban.

- No quiero estropear el momento que estamos teniendo pero quiero preguntarte algo, aunque no sé cómo decirlo sin parecer una niña – Le respondió ella mientras se frotaba los brazos con nerviosismo. Él la miró levantando una ceja, esperando a que se atreviera a decir lo que tenía en la cabeza.- ¿Qué esperas que pase hoy? – Dijo Enery avergonzada agachando la cabeza, David la miró unos segundos sin ninguna expresión. Y cuando ella pensaba decirle que olvidara lo que había dicho ya habían llegado a su casa.

- No tiene que pasar nada para lo que no estés preparada, yo solo quiero disfrutar de tu compañía – Dijo David, mientras en su cabeza divagaban las cosas que estaba seguro que iban a pasar cuando entraran por la puerta. Juntos recorrieron todo el camino de piedra hasta la puerta, al llegar Enery sacó las llaves de su mochila y abrió la puerta conteniendo el aliento.

- Deja la chaqueta ahí, voy a enseñártelo todo – David hizo lo que Enery le dijo, dejó su chaqueta de cuero en el perchero que estaba junto a la puerta, y empezó a seguirla por toda la casa solo pensando en el momento en que le enseñara su habitación. 

Mientras Enery le iba enseñando las distintas estancias de la casa, notaba que David estaba distraído, como si le diera muchas vueltas a algún pensamiento en su mente. Temía que fuese lo que ella intuía que era, porque por mucho que lo quisiera sabía muy bien que no estaba preparada para eso. Intentó quitarse esa idea de la cabeza, ya habían hablado de eso y habían quedado en que hasta que ella no estuviera preparada no iba a pasar nada de eso. Cuando había terminado de enseñarle el salón, la cocina y la terraza subieron al segundo piso, primera parada la habitación de Zoé, segunda parada los cuartos de baño contiguos, tercera parada, el despacho de Zoé, mientras cerraba la puerta del despacho Enery comenzó a sentir una punzada en el interior por el nerviosismo de estar a solas con David en su habitación. Se reprendió así misma por estar comportándose como una niña. Pasaron al otro extremo del pasillo donde se encontraba su habitación, entraron juntos y David exploro los estantes, el escritorio, no era la habitación que esperaba encontrar, toda rosa y llena de mil cosas de chicas, era sencilla y con poca decoración. David se dirigió a los estantes con los libros de Enery y reviso libro por libro. Cuando terminó rodeo a Enery con sus brazos y mientras le daba besos por el cuello, le acariciaba la espalda, ella contuvo el aliento, pero antes de que pudiera protestar por el ambiente tan íntimo que se estaba formando, David se separó de ella lentamente.

- ¿Qué te parece si vemos una película? – Ella sorprendida de lo inocente pregunta enmudeció – ¿Qué pensabas, que iba a forzarte? – Le pregunto un poco molesto por la insinuación. Ella no sabía qué responder se había quedado muda. Y mientras David la miraba como si quisiese saber todos sus secretos.- Será mejor que me vaya, no quiero que te sientas incómoda.

- No te vayas, quiero que te quedes y ver una película, estar la tarde juntos, y quizás si surge algo averigüe que sí estoy preparada – Se apresuró a decir ella, no quería estropearlo con sus cosas de niña. 

El asintió y ambos bajaron al salón, pusieron una película y se recostaron en el sofá, Enery sobre el pecho de David, y durante un rato ambos vieron la película, Enery extrañamente empezó a sentirse cansada, a decir verdad no había dormido nada esa noche, había estado demasiado nerviosa para hacerlo, poco a poco sus ojos se cerraron y se quedó dormida sobre el pecho de David mientras escuchaba sus latidos. Mientras Enery dormía David decidió explorar por su cuenta, tenía que encontrar a por lo que había venido y dejarse de jugar a las casitas con Enery. Dudó de que estuviera en la primera planta, en el salón no había nada, debía de estar en la segunda planta pero donde, en la habitación de Enery no había nada y no era algo que se guardaba a simple vista, seguro que estaba en el dormitorio de su hermana y rezaba para que no estuviera echada la llave. Mientras subía las escaleras un cosquilleo de adrenalina surgió de su interior, temía ser pillado pero si encontraba lo que estaba buscando, merecería la pena. Una vez estuvo delante de la puerta se detuvo frente a ella contuvo el aire un segundo y giró el pomo, para su suerte estaba abierta, fue soltando el aire mientras iba entrando a la habitación. Toda la habitación estaba decorada en tonos pasteles, había una cama con dosel y un baúl a los pies de la cama. Miro en el tocador, en los cajones del chifonier, en el armario y nada, no había nada. Miró hacia el baúl, mientras se reprendía a sí mismo por no haber buscado allí antes, acaso estar cerca de esa chica lo estaba volviendo tonto. Se arrodillo junto a él y cuando se dispuso a abrirlo se encontró con un baúl con llave, le dio un golpe con la mano a la tapa y enseguida se arrepintió no quería que Enery se despertara y lo encontrara allí, podía abrirlo fácilmente sin la llave pero su chica o su hermana no habían venido con él, además su manera de abrirlo no sería nada discreta. Bajo las escaleras reprendiéndose porque había desperdiciado una oportunidad estupenda. A los cinco minutos de llegar al salón y de colocarse como estaba para que Enery no sospechara, esta se revolvió sobre su pecho y se incorporó frotándose los ojos, quizás no fuese una mala idea aprovechar el momento y darse un capricho ya que no había conseguido robarle. Le empezó a morder el lóbulo de la oreja, luego fue recorriendo con su lengua el camino de su cuello a su hombro, Enery se estremeció en sus brazos, después de todo se estaba dando cuenta de algo, por mucho que no quisiera obligarla a hacerlo, la estaba incitando, y sintió un nudo en el pecho de solo pensar en estar de esa manera con él.

- David, para por favor – Dijo Enery empujándolo suavemente con las manos en su pecho.

- ¿Por qué? Solo son unos besos no tenemos que llegar hasta el final, tranquila solo relájate – dijo él contra su cuello mientras le daba pequeños mordiscos. David la beso intensamente, mientras metía una de sus manos bajo la tela de la camisa, acarició su espalda hábilmente pero ella no podía relajarse, esto no estaba bien, no tendría que sentirse así para nada. Esta vez lo empujo más fuerte para separarlo de ella, sintió una corriente de aire, aprovecho el espacio que se había creado y huyó del sofá.- ¿Pero qué pasa? ¿No te estaba gustando? – Dijo David alterado

- Ya lo habíamos hablado no estoy preparada, y tú en vez de respetarme, estas intentando provocarme, acaso crees que soy una cualquiera – Grito más fuerte de lo que quizá pretendía. David se pasó las manos por el pelo alborotado por la situación de hace unos minutos, se levantó, se dirigió a la puerta sin decir nada y con la mano en el pomo de la puerta, se giró hacia ella con una mirada de rabia.

- Cuando quieras dejar de comportarte como una niña, avísame – y con esas palabras se fue sembrando la semilla que quería dejar, si estaba en lo cierto ella correría tras de él como una adolescente enamorada y la casa quedaría libre para que sus amigos vinieran a buscar su botín. Mientras Enery corría detrás de David, en otra parte de la ciudad, Rose hablaba con Kalet en su salón. 


- Sé que no soy quién para decir esto Kalet, pero tienes que darle tiempo a Zoé de que encuentre la mejor manera posible para contar algo tan delicado como esto a Enery, al fin y al cabo aún es una niña que ha perdido a sus padres, ya bastante duro está siendo todo como para ahora querer decirle de sopetón que es la protectora de unos seres que no ha visto nunca y que quizás jamás vea, y a pesar de ello quizá tenga que dar su vida para protegerlos, igual que hicieron sus padres – Rose miraba a Kalet mientras intentaba hacerlo comprender que no era buena idea que el mismo se lo dijera.

- Lo entiendo pero tampoco es bueno que la siga manteniendo al margen de esto porque un día la encontrarán, aunque su intención sea protegerla está consiguiendo justo lo contrario, que crees que pasará si los Samelitas dan con ella, con una niña que no sabe quiénes son, ni que quieren, y peor aun que no sabe defenderse de ellos aunque tenga el poder para hacerlo – Kalet entendía la situación pero esas chicas eran sus ahijadas y la sola idea que les pasara algo, nublaba todo el entendimiento que había en él y lo único que veía era frustración por no poder hacer algo más.

 Rose se quedó mirando el rostro de Kalet, intrigada por los pensamientos que se estarían formando en su cabeza, tenía el ceño fruncido, debajo de sus preciosos ojos azules ya empezaba a notarse la falta de sueño, estaba algo inquieto desde hacía ya varios meses, todo él era amabilidad, alegría y generosidad, todo este asunto de los Samelitas, lo que habían hecho y lo que siempre habían planeado hacer, le estaba cambiando y solo la idea de que se volviera vengativo y cruel, le revolvía el estómago, junto con Zoé y Enery, ellos eran la única familia que le quedaba. Aunque él se estaba convirtiendo en alguien muy especial para ella, más allá de la amistad que sentía otros sentimientos estaban creciendo en ella, pero tanto con Zoé y Enery como con él, aunque siempre la habían hecho sentir una más, a ella todo este asunto la estaba alejando de ellos, y llegaría un día que su destino los separaría. Y volvería a estar sola.

- Tranquilo, entre los dos podréis encontrar la forma de decírselo, sin que acabe pensando que estáis locos y lo más importante podrá empezar a aprender a protegerse, así tu podrás empezar a dormir tranquilo – Intentó tranquilizarle Rose, Kalet intentó sonreírle pero no solo no dormía por ese motivo, no dormía por los nuevos sentimientos que estaba empezando a tener por ella, lo raro era que no hubiese pasado antes, al fin y al cabo era una chica estupenda, agradable, simpática, divertida, sin quitar lo preciosa que era. Pero todo esto tenía un enorme pero, él no le convenía, arrastraba con una carga en los hombros que no quería que ella acarreara, no era justo para ella, merecía alguien normal, alguien que le diera una vida sin toda esta locura que era su vida. Llegado el momento tendría que dejarla marchar. 


Detrás del mostrador de la cafetería donde trabajaba Hayden, este recibía su sueldo de manos del señor Darwin, gracias a él Hayden podía mantenerse, no tenía familia, era huérfano, se había criado en una casa de acogida, cuando tuvo dieciocho años decidió rendirse en la búsqueda de una familia que lo adoptara y se marchó, el señor Darwin le había dado una oportunidad para trabajar, de eso hacia dos años, estaba saliendo adelante, sin necesidad de nadie, aunque en el fondo notaba un vacío y una sensación de que tenía que hacer algo importante, sensación que ignoraba la mayor parte del tiempo, odiaba sentirse débil, y esas sensaciones lo hacían sentir mucho más que débil, lo hacían sentir roto.

- Gracias Señor – Le agradeció Hayden guardando el cheque en su mochila – Nos vemos mañana a primera hora Señor Darwin – Se despidió, a lo que el hombre contestó con la mano mientras seguía haciendo la caja. Se dirigió a su casa notando los músculos del cuerpo un poco doloridos por la intensa jornada, gracias al cielo su casa solo estaba dos calles más allá de la cafetería. Llegó a la puerta del edificio y subió los cuatro pisos de escaleras, entró en su apartamento, se metió en la ducha de su diminuto baño para poder quitarse la tensión que sentía en todo el cuerpo, una vez listo se preparo algo rápido de cenar y cenó tranquilamente en su rincón favorito de el diminuto apartamento, su balcón, tenía unas vistas alucinantes de un precioso parque, no sabía porque pero ese parque le daba tanta tranquilidad y tanta energía al mismo tiempo que sin pensarlo la mayoría de las cosas que tenía que hacer se encontraba haciéndolas en el balcón, como cenar, leer, estudiar.

 Hayden estaba intentando graduarse en el instituto con un programa especial semipresencial, iba a los exámenes y alguna que otra clase, y por ahora le estaba sirviendo el programa porque compaginaba bien con el trabajo, no es que tuviera otra cosa que hacer en el mundo ¿o sí? Ahí estaba esa sensación de nuevo invadiéndolo por completo, intentó ignorarlo mientras hacía unos esquemas para un examen de química que tendría que hacer en dos semanas, era la única asignatura que le estaba costando bastante, pero gracias a su preciosa compañera de laboratorio, que se había ofrecido a ayudarlo, estaba logrando subir sus notas. Enery era una chica preciosa, dulce inteligente, amable, divertida, todo en lo que un chico se fijaría, lástima que tuviera un novio estúpido que la trataba como si fuera su perrito faldero, no había hablado con ella al respecto a pesar de la rabia que le causaba verlo tratarla de esa manera, pero que otra cosa podía hacer no eran tan íntimos y estaba seguro de que a ella no le gustaría que se entrometiera en su vida personal, además de estropear la relación de amigos que estaban intentando formar. Tenía que admitir que ella se había convertido en alguien importante, cosa que escaseaba en su vida, aparte del Señor Darwin y ella no tenía a nadie más, y eso no solo le causaba furia por aquellos que lo abandonaron si no una clase de dolor que intentaba que no se formase pero aun así este lo hacía. Estaba claro que era un chico roto por el destino y tenía la impresión de que su estilo de vida solitaria, de niño huérfano no lo dejaría nunca, cosa que solo hacía que su humor empeorara. 


Mientras Michael metía el coche en el garaje de la casa que compartía con su hermana, su novia y su cuñado, Jess le escribía un mensaje a su hermano, no habían podido hacer el encargo que les había pedido y no era algo que a él le importara mucho, hacía ya tiempo que su mera existencia se limitaba a asentir y a vagabundear por la casa con un humor de mil demonios, La sangre de los Samelitas corría por sus venas, y la maldecía cada día, estaba harto de dejar un reguero de cadáveres allí por donde iban él y los suyos. Después de tanto tiempo su familia anhelaba venganza, y para él esa venganza se había convertido en algo estúpido sobre todo llegados al punto en que ellos no habían oído de esas criaturas más que en libros y en historias de sus padres. Si de él dependiera terminaría con esta tontería de una vez por todas, pero por mucho que odiara la manera de actuar de su familia, al fin y al cabo eran lo que eran, su familia. Se limitaba a dejar de ir a las cazas poniendo cualquier excusa, y cuando las excusas se le acababan elegía quedarse vigilando. Ellos no protestaban les gusta la acción y a ninguno le apetecía quedarse atrás. Entraron juntos en la casa, demasiado grande para solo cuatro personas, pero así eran ellos querían que todo fuese extravagante aunque no lo necesitaran, la casa, los coches, todo. Habían amasado una fortuna generación tras generación y no precisamente con trabajos nobles. Sus antepasados y su propia familia más cercana se habían dedicado a trapichear, timar, engañar, aprovechando no solo sus poderes si no también la violencia, cosa de lo que no se sentía orgulloso pero ya el daño estaba hecho y el peso en su conciencia pesaba como un tráiler sobre su espalda, muchas de las veces que se había visto sobrepasado por la culpa había deseado no tener conciencia al igual que su familia que carecía completamente de ella, pero si no tuviera conciencia que cosas horribles sería capaz de hacer, si teniéndola había hecho las cosas que había hecho, no se quería imaginar sin ella.

 Jess se sentó en el sofá que tanto le gustaba aun con el móvil entre las manos mientras escribía con rapidez. El se sentó en el diván que estaba junto a la ventana, mientras intentaba poner en orden su cabeza. Cuando menos se lo esperaba Jess se acercó a él, le acarició el pelo, mientras entrelazaba los dedos de su mano libre con la de él. Se subió a horcajadas sobre él y sin siquiera darle tiempo a protestar empezó a besarle, besaba de maravilla eso era algo innegable pero su mente no estaba para seguir con lo que ella estaba planeando. Lentamente fue suavizando el beso mientras ella protestaba con gruñidos sobre su boca. Pero ella insistió, logró hacer un movimiento sobre él que sabía que lo volvería loco, cosa que consiguió por un momento, él al sentir por un instante la desaparición de sus pensamientos autodestructivos, profundizó el beso dándole a ella lo que anhelaba, necesitaba despejar su mente aunque fuera un instante, y ella le serviría de bálsamo al menos una horas. Después de tres horas intentando alargar el momento lo máximo posible, los pensamientos que tanto lo mortificaban lo golpearon esta vez con más dureza que horas atrás, estaba completamente seguro de que si seguía a ese ritmo perdería la cabeza por completo, si es que no la había perdido ya. 


En la otra punta de la ciudad Andrew recibía una noticia que no sabía cómo encajar, sus padres lo habían adoptado, y después de llevar años buscando a su familia biológica sin conseguir nada, el detective privado que había contratado le estaba enseñando una partida de nacimiento con su nombre y su fecha de nacimiento, y el nombre de sus padres, Ann Marie y Carter Sanders. Sanders ese debería haber sido su apellido pero el destino por lo que fuese había querido que se criase con sus padres adoptivos, y su apellido fuera Slater. Quería contárselo a Zoé, esa chica le había dado la vida que siempre había soñado desde que la encontró, con ella se sentía como en casa, ella era su ancla, a la que acudía cuando se sentía perdido, cuando perdía algún paciente era en ella en la que se refugiaba, ella era el motivo de porque con el resto no había funcionado, pero últimamente ella estaba un poco distraída, su hermana pequeña la tenía preocupada y no quería agobiarla con sus problemas. No había querido decirle con detalles el problema y eso hacía que la sintiera más lejos, no podía imaginarse una vida sin ella.

Zoé Helie


No hay comentarios:

Publicar un comentario